Llegaste sin avisar como el cierzo
que irrumpe de golpe,
para llegar a tiempo a misa de nueve.
Te fuiste igual que una racha de tramontana,
dejando ante mi un potente silencio que me decía.
Quien fui, que soy y lo que seré; un mástil
esperando tu regreso en forma de bandera,
igual para todos, mágica para mi.
Uniendo al hombre, con el niño
para llegar a ser, el viejo que fui.